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Historia de una frase solo.

Cuando llegaba la tarde de un 13 de noviembre, don Carlos Mallo, que había decidido, en uno de sus arrebatos impulsivos (uno de aquellos que, desde el divorcio, le eran cada vez más familiares y que, salvo en ocasiones puntuales, jamás habían obrado con respeto hacia su integridad física o moral), desoír a su médico y tragarse unos mejillones, entraba en el restaurante «Los Robles» (regido por uno de aquellos camareros bigotudos que, pensó, ya no se veían mucho, porque qué vergüenza, se están perdiendo las tradiciones, y el país esto, y el país aquello), pedía una ración de las gordotas (acción que resultaba, en un lapso de doce minutos, en la presencia de un plato de cerámica contenedor de 14 mejillones y 0,5 litros de caldo que se erguían en efluvios verticales para llevar a cabo un ataque contra el sentido olfativo del señor Mallo que evitaría cualquier posibilidad de negativa en recuerdo del colesterol, de la úlcera o de cualquier otro tipo de dolencia, dolencia que cesa de existir en el momento en que los mejillones tocan la mesa), y le sucedían una serie de cosas que llevarían de manera casi irremediable a una divertidísima y trepidante historia que involucra prostitutas travestis, mafiosos italoamericanos, sexo y enanos de circo, pero que no voy a contar porque me parece más interesante lo de los mejillones. Punto.

Fernández.

Concurso.

Ayer, este blog batió el récord de visitas desde su nacimiento. ¿El secreto? Editar las entradas y poner «penes peludos» de etiqueta en todas. Un 30% de los visitantes de ayer llegaron poniendo «penes peludos» en google o en el buscador de WordPress. Uno llegó poniendo «colegialas con pene». Y ni más ni menos que dos (y esto sí que no lo entiendo), llegaron a esta página poniendo «penes peñudos».

Así que propongo este truco sucio para que me dejéis comentarios concurso: poned un comentario con el número que consideréis que batió el récord. El que más se aproxime al número de visitantes que tuve ayer podrá elegir entre uno de estos tres premios:
1- Una magnífica entrada del blog dedicada a su persona.
2- Comentarios míos en las próximas 10 entradas de su blog, para que abulten un poco y la gente se crea que alguien lo lee.
3- Unos magníficos favores sexuales.

Empieza el juego.

Fernández.

FIN DEL CONCURSO (8/09/2010): la respuesta era 67. Ganó un anónimo. No puedo darle el premio. Perdí la fe en la vida. Desearía que hubiese ganado Beckham.

Probablemente la mejor película de Marlo Rodríguez, o lo que es lo mismo,  una obra maestra en mayúsculas.
La película en términos globales es excelente, con un acabado perfecto. Esta fortaleza se basa en un guión portentoso (sacado en parte  de situaciones reales de la vida universitaria, que Rodríguez junto con Jim Bravo sabe convertir en un producto ácido, creíble y cinematográfico). Una dirección por fin perfecta, después de los aprendizajes in crescendo de Rodríguez en sus anteriores películas y unos actores de un nivel altísimo, secundarios incluidos, destacando a George McRabo, inolvidable en «Pipi Faldascortas» o «Se fue en busca de trabajo y le comieron lo de abajo» y aquí bordando su papel esporádico de butanero un poco nudista. Destaca especialmente también Marionne Grey («Bombera, agárrame la manguera») como Profesora Purificación, que hace el papel de su vida saliéndose de la pantalla en determinadas escenas. Mike Rangercock aunque no hace la mejor interpretación de su vida, también está magnífico, especialmente en la escena en que, tras una dura confrontación moral, sucumbe al amor de su estudiante menor de edad. A Myriam Mandanga, sin embargo, le toca tirón de orejas: se le nota, quizá demasiado, que no tiene los 16 años que se le suponen a su personaje. Quizá también esta misma actriz haga una interpretación sobreactuada al intentar dejar constancia de que su personaje es virgen.

El gran George McRabo, en un descanso del rodaje

A pesar de tener mejor acogida que su predecesora «Caray con el mayordomo, qué largo tiene el maromo» (por cierto, con James Harris de productor apostando de nuevo por Rodríguez), «Colegialas en celo aprenden francés a pelo» no tuvo un gran reconocimiento en España.

Se ha dicho que es, más que un film que promueve el sexo con menores de edad, un film pro-amor. Pero creo que aún va más lejos: es también una crítica contra las sociedades jerárquicas fosilizadas, donda la identidad sexual queda rápidamente diluida en un trajín de órdenes, uniformes alienatorios y llamamientos a la castidad. El opulento final, con el inesperado desmadre de doña Purificación, tiene la fortaleza de hacernos ver que, incluso en estas condiciones, siempre queda un huequecito para el amor.

Fernández.
(Adaptado de una crítica de cine de las de verdad)

Tengo un nuevo lector. Un tal Máximo. Sí, lectores del futuro, podéis pensar que esto es una pamplina y que en realidad me tiene que leer más gente a fecha de hoy (no en vano voy a salir en la portada del New York Times en 2014 por acabar con el hambre del mundo gracias a mi blog). Pues os digo que es verdad. Pondría un contador de visitas, pero como estáis en el futuro no os van a salir el número de visitas de ahora mismo, así que paso del tema.

A tí, Máximo, te dedico este vídeo en agradecimiento.

(Debes ver el pollo como algo simbólico. Cuando el chico afroamericano ofrece el pollo a cámara, soy yo diciéndote «te ofrezco mi devoción hacia tu blog».)

Fernández.

Inauguro la sección de cine de este blog con una película que ha marcado toda mi infancia y mi adolescencia y me ha hecho,  en  parte,  ser como soy. O sea, la ví por primera vez ayer y eso, pero es tan genial que se extiende en el pasado.

Llegúe a ella porque ví en IMDB que el guión estaba hecho a medias entre el director y Jemaine Clement, el de Flight of the Conchords, serie sobre la que escrbiré una entrada en el futuro y pondré un enlace desde esta entrada remarcando el carácter atemporal de este blog. Y lo que descubrí fue una lección de cine que me dejó plantado en el sitio, paralizado, rígido, incapaz de meterme un alfiler en el ojete si hubiese querido hacerlo. Estaba a la vez ante la peor y la mejor película que había visto en mi vida. Bienvenidos al mundo de The Tongan Ninja.

Estrenada en 2002 en Nueva Zelanda, en esta película asistimos a un sacrificio humano: Jason Stutter asesina su dignidad como director para hacer, de manera intencionada, la película más cutre que fuese capaz de crear el ser humano. Y lo consigue hasta tal punto que su dignidad no sólo consiguió quedar intacta, sino que creció ilimitadamente, llegando al extremo de que su mediocre filmografía posterior no mermaría la imagen que tienen sus fans de él como uno de los mayores directores de  comedia de la historia*.

Parodia esta cinta a las películas clásicas de artes marciales (de estas de Bruce Lee que echan por la noche en La Sexta) de principio a fin. El argumento ya es la puta mierda más disparatada que se puede pensar: Sione (Sam Manu), hijo de un chinorris que reparte plátanos en avión, vuela con su padre y con otro niño, Marvin (Jemaine Clement), que está en el avión sin ningún motivo concreto porque no es amigo del protagonista ni nada y hace que el avión platanero se estrelle en una isla. Los tres sobreviven, pero Marvin provoca que al padre de Sione se lo coma un pez. Entrenados por el maestro Magasaki, que aparece en la isla de la nada, crecerán y se harán llamar Tongan Ninja y Action Fighter. Su enemistad macerará y se darán de hostias cada vez que puedan en la escuela de Magasaki. Al puro estilo Way of The Dragon de Bruce Lee, Sione será enviado a Nueva Zelanda a proteger un restaurante de unos mafiosos chinorris. A esto se sucederán una historia de amor plana e infantil, peleas absurdas, cambios de bando y traiciones más que esperados, frases sin profundidad, discursos vacíos, persecuciones en coche de pena… y todo ello es a posta.

Los enemigos se llaman «El tío del arma» y «El tío del cuchillo»; se añaden todos los clichés que se puede añadir (que nunca falte un buen «yo soy tu padre»); en las escenas de lucha, los malos, mientras caminan hacia el Tongan Ninja dicen frases como «Tengo una espada» o «Soy medio asiático»; las actuaciones, sobre todo la de Jemaine, que suele hacer papeles bastante correctos, son exageradas intencionadamente.

¿Y qué se puede decir del apartado técnico? Habla por sí sola la anécdota de que contaron para hacer esta película con el equipo de iluminación de El Señor de los Anillos, pero tuvieron que pedirles por favor que lo hiciesen mal para que pegase con el resto del film. Efectos especiales de chichinabo (a su lado, Plan 9 parece Matrix), voces que no salen directamente de la boca de los actores (porque no tenían equipo de sonido), sino un doblaje hecho posteriormente en que cada actor no se dobla a sí mismo y que en algunas escenas no está sincronizado con las bocas.

Una de las comedias con las que más me he reído en mi vida. El jodido cine riéndose de sí mismo.
Un PELICULÓN.

Fernández.

(* Esta frase no sé si es verdad porque nunca he conocido a ningún fan de Jason Stutter. De hecho, supongo que nadie le tiene en tan altas consideraciones,  pero ¿a que parezco seguro de mí mismo?)

Ante todo, aclaro que soy consciente de que este blog es leído sólo por Haltrup. Sin embargo, mi intención es que, en ese glorioso día que está a la vuelta de la esquina en el que me decida a actualizar periódicamente (no sé por qué, a Haltrup le parece poco una actualización cada 4 meses, cuando es más o menos la misma frecuencia con que hago algo interesante), mi blog coja éxito y adquiera lectores y la gente venga a leer estas entradas con carácter retrospectivo. Así que en cierto modo, esto está escrito para la gente del futuro. Me gustaría que me dijerais en los comentarios si de verdad el futuro es tan insulso que lo más interesante por lo que merece la pena viajar en el tiempo es para decir a tus antepasados qué lejía es mejor.

Bueno, a lo que iba: este blog vuelve a estar activo. Y cuando digo «vuelve a estar activo» quiero decir «se me ha ocurrido una idea para una entrada que me parece que va a quedar graciosa y luego ya veremos qué hago». Tomo este proyecto con la ilusión del principio, pero ya sin ganas de tener sexo con señoras maduras: ahora, la homopedonecrozoofilia*, y la posibilidad cada vez más palpable de conseguir mi realización en ese campo, es lo que me mueve a buscarme un sitio en el Internet, como esos señores mayores que usan las nuevas tecnologías para encontrar a sus hermanas perdidas en Castilla y por arte del birlibirloque, sin comerlo ni beberlo ni nada, se convierten en estrellas del humor del Youtube porque los jóvenes somos unos pícaros y nos gusta reírnos de nuestros mayores y les damos visitas y comentarios y todo.

Ahora, por fin, sí. La fama me espera.
Bienvenidos. De nuevo.
Fernández.

*homopedonecrozoofilia

(Del gr. παῖς, παιδός, niño, y -filia).

1. f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia cadáveres de cachorros de animal de su mismo sexo.

La gente pierde el tiempo fornicando. Sólo se requiere suscripción y dos fotografías para tener descendencia:

Visto en Facebook

Magnífico el que tuvo la idea de hacer un hijo con una foto de Steve Urkel y otra de Carmen de Mairena.

Algún día retomaré el tema de los anuncios grotescos con el anuncio más grotesco del mundo: ese que ponen en algunas ortopedias anunciando zapatos para los pies más deformes.
De momento, he cumplido mi misión.

Fernández.

Hoy, en nuestra sección «Urdidas estrategias para actualizar el blog a menudo pero sin tener que recurrir al ingenio y al trabajo como lo hacen esos jóvenes y visionarios barrenderos que velando por la ley y la limpieza se juegan el pellejo por todos nosotros en las calles diariamente y que tienen que tirar de ingenio porque a veces algunos pícaros han puesto una piedra muy grande en la acera que no cabe en el recogedor y deben buscar un sitio para esconderla como debajo de esos contenedores verdes», presentamos un anuncio que juega con la óptica, la ambigüedad, el despiste, el lapsus, el equívoco, la tergiversacióny el retruécano, todo ello en un delirio de montaje hiperrealista que nos hace sorprendernos del alcance del Photoshop a la hora de emular hasta los más baladís detalles de la realidad y dudar de hasta qué punto las imágenes de los medios de comunicación son realidades o tergiversaciones. No me extraña que un 77,7% hayan caído en la trampa de pensar que la imagen era real.

Helo aquí:

Aún no estoy seguro de si es del todo real.

Aún no estoy seguro de si es del todo falsa.

Fernández.

Yo, Saúl Fernández, anuncio que, a fecha de 9 de marzo de 2010, SOY LA PRIMERA ENTRADA QUE SALE EN GOOGLE IMÁGENES SI ESCRIBES «PENES PELUDOS«.

Rey de los penes peludos.

Muchas gracias a todos los que lo habéis hecho posible.
Fernández.

Edito: les he enviado la noticia a EFE, Reuters, Intereconomía y Berto el de Buenafuente por twitter. De verdad. Lo juro.

Los anuncios grotescos despiertan en mí una admiración muy sórdida (más sórdida que ver una señora mayor comiéndose una lagartija, pero no tan sórdida como ver una señora mayor comiéndose una lagartija mientras mete sus pies en el plato de sopa que estoy a punto de comer).

Éste lo encontré en internet hace dos horas.
Duele. Es como encontrarte un pájaro demasiado dulce en la esquina que hace un contenedor con el fondo de un callejón a las tres de la mañana en la ciudad más grande del mundo después de que te hayan dado una paliza por haber hecho el amor con una mujer que tenga pelos en las piernas cuando ya sea demasiado tarde para echarse atrás.

Esos tatuajes que aparecen de la nada (y esa transformación fisiológicamente imposible, y ese plazo ridículo de 4 semanas) no tienen color si los comparamos con la maquetación (Quentin Tarantino en horas altas sólo lo haría la mitad de bien) y, sobretodo, ese eslogan como de película de Clint Eastwood, pero muchísimo más auténtica y genuina que todas las frases de Clint Eastwood desde «nena, te amaría aunque tu ojete se pusiera peludo y me engullera*» .

(*Cito de memoria)

Épico. Magnífico. Colosal. Gigantesco.
Helo aquí:

Pásenlo bien, cerdos gordos.

Fernández.