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Archive for the ‘Cine y Cine de Tetas’ Category

Probablemente la mejor película de Marlo Rodríguez, o lo que es lo mismo,  una obra maestra en mayúsculas.
La película en términos globales es excelente, con un acabado perfecto. Esta fortaleza se basa en un guión portentoso (sacado en parte  de situaciones reales de la vida universitaria, que Rodríguez junto con Jim Bravo sabe convertir en un producto ácido, creíble y cinematográfico). Una dirección por fin perfecta, después de los aprendizajes in crescendo de Rodríguez en sus anteriores películas y unos actores de un nivel altísimo, secundarios incluidos, destacando a George McRabo, inolvidable en «Pipi Faldascortas» o «Se fue en busca de trabajo y le comieron lo de abajo» y aquí bordando su papel esporádico de butanero un poco nudista. Destaca especialmente también Marionne Grey («Bombera, agárrame la manguera») como Profesora Purificación, que hace el papel de su vida saliéndose de la pantalla en determinadas escenas. Mike Rangercock aunque no hace la mejor interpretación de su vida, también está magnífico, especialmente en la escena en que, tras una dura confrontación moral, sucumbe al amor de su estudiante menor de edad. A Myriam Mandanga, sin embargo, le toca tirón de orejas: se le nota, quizá demasiado, que no tiene los 16 años que se le suponen a su personaje. Quizá también esta misma actriz haga una interpretación sobreactuada al intentar dejar constancia de que su personaje es virgen.

El gran George McRabo, en un descanso del rodaje

A pesar de tener mejor acogida que su predecesora «Caray con el mayordomo, qué largo tiene el maromo» (por cierto, con James Harris de productor apostando de nuevo por Rodríguez), «Colegialas en celo aprenden francés a pelo» no tuvo un gran reconocimiento en España.

Se ha dicho que es, más que un film que promueve el sexo con menores de edad, un film pro-amor. Pero creo que aún va más lejos: es también una crítica contra las sociedades jerárquicas fosilizadas, donda la identidad sexual queda rápidamente diluida en un trajín de órdenes, uniformes alienatorios y llamamientos a la castidad. El opulento final, con el inesperado desmadre de doña Purificación, tiene la fortaleza de hacernos ver que, incluso en estas condiciones, siempre queda un huequecito para el amor.

Fernández.
(Adaptado de una crítica de cine de las de verdad)

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Inauguro la sección de cine de este blog con una película que ha marcado toda mi infancia y mi adolescencia y me ha hecho,  en  parte,  ser como soy. O sea, la ví por primera vez ayer y eso, pero es tan genial que se extiende en el pasado.

Llegúe a ella porque ví en IMDB que el guión estaba hecho a medias entre el director y Jemaine Clement, el de Flight of the Conchords, serie sobre la que escrbiré una entrada en el futuro y pondré un enlace desde esta entrada remarcando el carácter atemporal de este blog. Y lo que descubrí fue una lección de cine que me dejó plantado en el sitio, paralizado, rígido, incapaz de meterme un alfiler en el ojete si hubiese querido hacerlo. Estaba a la vez ante la peor y la mejor película que había visto en mi vida. Bienvenidos al mundo de The Tongan Ninja.

Estrenada en 2002 en Nueva Zelanda, en esta película asistimos a un sacrificio humano: Jason Stutter asesina su dignidad como director para hacer, de manera intencionada, la película más cutre que fuese capaz de crear el ser humano. Y lo consigue hasta tal punto que su dignidad no sólo consiguió quedar intacta, sino que creció ilimitadamente, llegando al extremo de que su mediocre filmografía posterior no mermaría la imagen que tienen sus fans de él como uno de los mayores directores de  comedia de la historia*.

Parodia esta cinta a las películas clásicas de artes marciales (de estas de Bruce Lee que echan por la noche en La Sexta) de principio a fin. El argumento ya es la puta mierda más disparatada que se puede pensar: Sione (Sam Manu), hijo de un chinorris que reparte plátanos en avión, vuela con su padre y con otro niño, Marvin (Jemaine Clement), que está en el avión sin ningún motivo concreto porque no es amigo del protagonista ni nada y hace que el avión platanero se estrelle en una isla. Los tres sobreviven, pero Marvin provoca que al padre de Sione se lo coma un pez. Entrenados por el maestro Magasaki, que aparece en la isla de la nada, crecerán y se harán llamar Tongan Ninja y Action Fighter. Su enemistad macerará y se darán de hostias cada vez que puedan en la escuela de Magasaki. Al puro estilo Way of The Dragon de Bruce Lee, Sione será enviado a Nueva Zelanda a proteger un restaurante de unos mafiosos chinorris. A esto se sucederán una historia de amor plana e infantil, peleas absurdas, cambios de bando y traiciones más que esperados, frases sin profundidad, discursos vacíos, persecuciones en coche de pena… y todo ello es a posta.

Los enemigos se llaman «El tío del arma» y «El tío del cuchillo»; se añaden todos los clichés que se puede añadir (que nunca falte un buen «yo soy tu padre»); en las escenas de lucha, los malos, mientras caminan hacia el Tongan Ninja dicen frases como «Tengo una espada» o «Soy medio asiático»; las actuaciones, sobre todo la de Jemaine, que suele hacer papeles bastante correctos, son exageradas intencionadamente.

¿Y qué se puede decir del apartado técnico? Habla por sí sola la anécdota de que contaron para hacer esta película con el equipo de iluminación de El Señor de los Anillos, pero tuvieron que pedirles por favor que lo hiciesen mal para que pegase con el resto del film. Efectos especiales de chichinabo (a su lado, Plan 9 parece Matrix), voces que no salen directamente de la boca de los actores (porque no tenían equipo de sonido), sino un doblaje hecho posteriormente en que cada actor no se dobla a sí mismo y que en algunas escenas no está sincronizado con las bocas.

Una de las comedias con las que más me he reído en mi vida. El jodido cine riéndose de sí mismo.
Un PELICULÓN.

Fernández.

(* Esta frase no sé si es verdad porque nunca he conocido a ningún fan de Jason Stutter. De hecho, supongo que nadie le tiene en tan altas consideraciones,  pero ¿a que parezco seguro de mí mismo?)

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